Salud mental: cuando la tristeza no es patológica, sino una falta de sentido

Dar esperanza en la tristeza es el lema que ha elegido la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal para la Campaña del Enfermo, que se celebrará desde el 11 de febrero hasta el 5 de mayo de 2024, VI Domingo de Pascua

Las encuestas no son nada halagüeñas. El 35 % de los jóvenes en España consume ansiolíticos. Según la Confederación de Salud Mental de España, el 39 % de la población de nuestro país afirma que su salud mental no es buena. El 14,6 % ha tenido ideas o intentos de suicidio. Entre los jóvenes, ese porcentaje es del 31,8 %. El porcentaje de autolesiones reales es de un 30,7 %. Por otro lado, el índice IPSOS de Felicidad Global señala que el 27 % de los españoles dice que la vida no tiene suficiente sentido, y el 28 % que no tiene control sobre ella.

A esa falta de sentido dirige la Conferencia Episcopal su campaña, a tomar conciencia de este sufrimiento. Como ha explicado el director del Departamento de Pastoral de Salud, José Luis Méndez, a ECCLESIA, «insistimos en que no se trata de personas con enfermedad mental que están en tratamiento, sino en el desánimo y tristeza de la población general». Lo han hecho siguiendo las palabras del papa Francisco: «Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias». La situación, como confirman los datos expuestos, es alarmante. Ya lo era antes de la pandemia, y con ella se ha agravado, en palabras de Méndez, «se ha puesto en evidencia que algo nos pasa».

Pero ¿qué nos pasa? El sociólogo Fernando Vidal explica que la tristeza es «una señal que nos está hablando de las tripas de cada uno y de las cosas que pasan en la sociedad, de la necesidad de cambiar, de una transformación profunda». Es decir, por un lado, vivimos una época en la que el contexto no es favorable, «el mundo tiene un estado de sentir frente a lo que está viviendo, y está viviendo retos muy complicados». Vidal se refiere a las guerras, el autoritarismo, las situaciones de abandono por parte del capitalismo especulativo. Pero hay otra razón para la tristeza: «La situación de sinsentido que se ha multiplicado genera una incertidumbre extraordinaria respecto de la propia vida y a cómo orientarse en ese proyecto histórico». Esta falta no es menor, puesto que «el sentido de la vida es la base sobre la que se construyen el resto de los órdenes de lo que vivimos». Siendo seres sociales, en nuestros días, la pregunta del sentido la vivimos solos.

Dice Vidal que «nosotros vivimos y pensamos desde una razón amada» y que cuando falta la vinculación «falla un pilar fundamental en nuestra vida que es esencial para construirla, para ponernos en pie». El problema de la vida no son sus grandes dificultades, las pérdidas, las heridas y el abandono. El problema, según Vidal, es qué hacemos con todo eso. Porque, insiste, «incluso en las peores circunstancias el amor es mucho más abundante que cualquier desgracia. Se trata de que la herida que sentimos se convierta en una herida amada, una herida encendida que nos ilumina».

Y entre los vínculos, Fernando Vidal destaca la importancia de la autoridad. «No la autoridad del poder, sino la autoridad de quien te ama». Lo explica con un bello ejemplo. Cada uno, señala, tiene su propio libro de la vida. Pero, aunque seas tú el protagonista, no eres el único autor. Los primeros capítulos los escriben los padres. Más adelante entran otros autores, porque «toda nuestra vida está constantemente siendo amada y siendo dada». Y nuestra respuesta hacia esos otros autores de nuestra vida es «prestarles reconocimiento y audiencia». Pero esa autoridad, advierte Fernando, la hemos tirado a la basura «por una iniciativa de libertad que no comprende que, al final, los demás no son nuestro infierno, sino que nos hacen libres».

¿Cómo acompañar en la tristeza?

La religiosa de los Sagrados Corazones Mercedes Bayo lleva haciéndolo toda la vida. Ella forma parte del equipo de Atención Religiosa y Acompañamiento Espiritual en el hospital de Salamanca. Acompaña a enfermos, a cuidadores y familiares. «Es un mundo en el que palpas la tristeza —cuenta en ECCLESIA—; la vejez es la edad más difícil, la enfermedad nos descoloca a todos. Me encuentro con muchos mayores que deciden dejar de comer porque ya no quieren vivir».

La tarea de Mercedes y su equipo es acompañar «a descubrir la belleza de cuidar y la alegría de cuidar. Ahí tenemos un filón para dar sentido». En este punto coincide plenamente con José Luis Méndez y Fernando Vidal en que «muchas veces nuestras tristezas van unidas a no encontrar sentido». Y añade: «La Iglesia ahí puede acompañar, tanto a los que están enfermos patológicamente como existencialmente».

Allí, en Salamanca, para celebrar la Jornada Mundial del Enfermo, están recogiendo testimonios de jóvenes, porque «faltan testigos que contagien su alegría». En concreto, cuenta el caso de dos hermanos veinteañeros que están cuidando a su madre con cáncer. «Habían dejado de rezar y a partir de ir a ver a su madre a la habitación y de estar juntos, han empezado también a rezar y a intentar llenar de sentido lo que está pasando. Intuyen que algo bueno va a salir de esta situación tan dolorosa». En esa compañía a su madre, concluye Mercedes, ellos van a crecer y a madurar mucho más que la media de su generación.

La clave del acompañamiento en la tristeza, insiste la religiosa, es la conversación. «No nos estamos ayudando unos a otros a encontrar sentido y valorar el cuidado como oportunidad. Faltan conversaciones sobre la vida». Atiende a ECCLESIA justo después de haber visitado a un enfermo en la UCI. Le acaban de quitar la traqueotomía y es la primera vez que puede hablar. Es un hombre separado, ni sus hijos ni su exmujer se relacionan con él, solo tiene a una prima lejana. Ante la presencia de Mercedes, ha expresado el miedo que ha pasado, todas las preguntas que se ha hecho: ¿Por qué a él? ¿Por qué el Señor no le da una oportunidad para reconciliarse con su familia? Qué importante es, señala Mercedes, poder hacer todas estas preguntas en voz alta dirigidas a alguien. 

—¿Cómo se acompaña un caso así? 
—Te interesas por cómo está, qué quiere y, depende del paciente y el contexto familiar, vamos acompañando a través de la escucha de la vivencia del enfermo y su familia, les abrimos el horizonte con preguntas, con claves que les puedan ayudar a vivir ese momento. A veces es simplemente estar, compartir muchos silencios, agarrando la mano. Lo que cada persona te deja o necesita en cada momento.

«Si Dios desaparece del horizonte —recuerda José Luis Méndez— la esperanza de lo inmediato se va diluyendo. Habrá que anunciar con insistencia cuál es el motivo de nuestra esperanza. Y animar a la gente a que vuelva su corazón al Padre del que procede todo consuelo».

Con la campaña Dar esperanza en la tristeza, el Departamento de Pastoral de la Salud sigue la estela del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que publicó un documento sobre el acompañamiento a personas con sufrimiento psicológico, en el que señalaba que, para la Iglesia, la salud se refiere a toda la integralidad de la persona con todos sus componentes. 

Elena Santa María

Revista Ecclesia

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