25 de agosto de 2024. Jn 6,60-69: “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna“.
Evangelio
Muchos de los que seguían a Jesús dijeron: Su enseñanza es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede hacerle caso?
Jesús, dándose cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó: ¿Esto os ofende? ¿Qué pasaría si vieseis al Hijo del hombre subir adonde estaba? El espíritu es el que da vida; el cuerpo de nada aprovecha. las cosas que os he dicho son espíritu y vida. Pero todavía hay algunos de vosotros que no creen.
Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién el que le iba a traicionar. Y añadió: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no lo trae.
Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús le dejaron y ya no andaban con él. Jesús preguntó a los doce discípulos: ¿También vosotros queréis iros?
Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros si hemos creído, y sabemos que tú eres el santo de Dios.
Homilía
Hay cristianos que entienden la fe como un conjunto de dogmas y de cosas que le han dicho, a las que debe sumisamente ajustarse. Vivir así no es humano ni cristiano. Vivir la fe no es aceptar ideas sino experimentar la fuerza de la vida en nuestra existencia diaria.
¿Quién nos puede dar esa sensación de plenitud en la vida, en nuestra vida de cada día?
Sin lugar a dudas Jesús. El Evangelio no es para llorar o para conformarse. El Evangelio es “buena noticia” y una buena noticia que no acaba ni se extingue con el paso del tiempo. Esconderse tras la fachada del Evangelio para no afrontar la propia realidad de la vida, es un signo más que evidente de mezquindad espiritual. El mensaje de Jesús aparece ante la gente y ante aquellos seguidores del Evangelio de hoy, no como un mensaje difícil de entender, sino difícil de aceptar. Su mensaje hasta el momento contenía estas afirmaciones:
- Jesús se había presentado como la misma vida de Dios.
- había bajado del cielo
- para ir a la eternidad había que someterse a Él.
No es en el plano intelectual donde existe la dificultad para que muchas personas se hagan cristianos, sino es en la demanda moral de Cristo. Aceptar unas ideas no nos complican la vida. El salto mortal es cuando esas ideas se tienen que hacer vida y transformar nuestra vida.
Hay cristianos que piensan que seguir el mensaje de Jesús de manera intelectual, sólo en las ideas, es más que suficiente y no es cierto. El Evangelio sólo encuentra su verdadera razón de ser cuando una persona lo acepta para que transforme su vida. Cambiar las amarguras en gozo, la desesperanza en esperanza y el odio en amor, ¡menuda tarea nos deja el Evangelio!
Hay algunos que se atreven a afirmar que el mensaje cristiano no tiene una moral específica. Es algo así como adherirse a una causa sin que me implique en mi vida diaria, como si no fuera conmigo las exigencias de las palabras… El Evangelio nos tiene que llevar a una vida moral de la más alta calidad.
Los desafíos actuales para la auténtica conversión al cristianismo no son los principios dogmáticos, sino los principios morales. Muchos rechazan a Cristo no por principios meramente intelectuales sino por todo lo que supone de cambio práctico en sus vidas. Aquellos seguidores de Jesús del Evangelio no tardan en darse cuenta que aceptar lo que Jesús propone, significa un cambio radical en sus vidas, en sus planteamientos, en su vivencia diaria. Ahí es donde la fe encuentra su plenitud: en la vida.
Hay personas que se han acostumbrado a pensar de una manera y a vivir de la contraria, ejemplos de estas situaciones las encontramos en la política, en la medicina, en la religión y en cualquier otra actividad humana. La fe en Jesús no es saber, es vivir dejándonos transformar por Él.
Jesús dice que creer en Él es garantía de salvación, pero aquellos que le escuchaban no terminaban de aceptarlo. Les dice el Señor: “¿Esto les ofende? ¿Qué pasaría si viesen al hijo del hombre subir adonde estaba antes?” Es el anuncio de la Ascensión. Con su resurrección Jesús garantiza sus credenciales de divinidad. Cada día los cristianos debemos de preguntarnos sobre qué significa en mi vida práctica la aceptación de la resurrección de Cristo.
El Señor sigue diciendo que lo único absolutamente imprescindible es el poder vivificador del Espíritu. La carne no puede hacer nada… Hay personas que identifican “carne” con “cuerpo” y esto no es estrictamente así. En la Biblia “carne” significa “muerte y cobardía” y “espíritu” significa “vida y fuerza”.
Desde aquí bien podemos afirmar que aceptar el Espíritu significa dejarse guiar y luchar con Él por un cambio real y efectivo de nuestra vida de cada día. Donde hay tristezas, amarguras permanentes, tensiones interiores… ahí no está Dios. Donde existen todas esas realidades pero se lucha por superarlas, se está acogiendo la presencia del Espíritu.
Cristo es el único que puede darnos un verdadero propósito a nuestra vida, y además nos deja el poder para desarrollar ese propósito frente a la constante oposición que nos viene de dentro y de fuera. Él sabía que algunos lo iban a rechazar, pero bien es verdad que nadie le puede aceptar a menos que lo mueva el Espíritu de Dios. Por eso no es extraño que sea Pedro quien afirme con rotundidad el valor de sus palabras, reconociendo de verdad quién es Jesús. Buena enseñanza para nuestra vida de cristianos de hoy.
PARA REFLEXIONAR:
- ¿Cómo entiendes de manera práctica en tu vida lo de “carne” y “espíritu”? ¿Qué es la “carne” y el “espíritu” en tu vida diaria?
- ¿Qué debes hacer para que tu “carne” se convierta en “espíritu”? Indica pasos prácticos y reales.
- ¿Qué aspectos del Evangelio son los que más te cuesta aceptar y vivir? ¿Por qué?
- Indica algunos aspectos morales del Evangelio que se pueden aplicar hoy mismo a tu vida diaria?
- ¿Eres una persona “resucitada”? ¿Por qué?
© 2003 Mario Santana Bueno