Para entender el Evangelio. 19º Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. Domingo, 11 de agosto de 2024

11 de agosto de 2024. Jn 6, 41-51: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo“.

Evangelio

Los judíos comenzaron a murmurar de Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo.” Y dijeron: Este es Jesús, el hijo de José. Nosotros conocemos a su padre y a su madre ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?

Jesús les dijo: Dejad de murmurar. nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los libros de los profetas se dice: “Dios instruirá a todos.” Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él, vienen a mí. No es que alguien haya visto al Padre; el único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero ya hablo del pan que baja del cielo para que quien come de él no muera. Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.

Homilía

En nuestra sociedad valoramos los gestos y acciones que dan vida. Los periódicos nos citan ejemplos de personas que, perdiendo la vida, fueron capaces de mantener la de otros. También las donaciones de órganos para transplantes tienen muy buena prensa en nuestra sociedad y es que colaborar a dar vida, a mantener el aliento vital, tiene un significado más que profundo.

En el Evangelio de hoy Jesús nos propone cómo encontrar la vida, pero no sólo la vida física sino la eterna.

En nuestro mundo de hoy la palabra “eterno” no tiene buena acogida. La inestabilidad ambiental hace creer a la gente que nada es eterno. Dicen que “nada es eterno”, que “no existen amores eternos”, que “no hay amistades eternas…” Este déficit de eternidad en la visión de las personas quizás viene determinado por no entender bien el concepto. Cuando Jesús dice “Les aseguro que quien tiene fe, tiene vida eterna”, nos está diciendo que la fe nos da un sentido profundo a nuestra existencia, que la vida se puede realmente vivir en plenitud.

Muchas personas se han ido acostumbrando a trastear con su vida pensando que la vida es para vivirla a medio gas, sin plenitud. Jesús nos recuerda que nuestra llegada al mundo es para que la vivamos felices, ahora, aquí, y más allá incluso de la propia muerte.

Para comprender esta realidad que Cristo nos plantea necesitamos la luz de la fe. Sin fe no podemos entender infinidad de oportunidades que la vida nos ofrece. ¿Acaso no hacemos actos de fe constantemente en nuestra vida diaria? Subirnos a un avión para hacer un viaje sin tener la absoluta seguridad de que el piloto tenga la suficiente preparación para llevarnos felizmente a nuestro destino, y, sin embargo confiamos… ¿No es un acto de fe el que hacemos cuando vamos a un restaurante y nos ponen la comida y no pedimos garantía de la calidad de los productos…? Y así gesto a gesto diario, hacemos innumerables actos de fe.

La fe a la que se refiere Jesús es a la fe sobrenatural. Si me fío de los seres humanos, débiles como yo, ¿Por qué no me fío del Señor y de su Palabra? Vivir la fe significa hacer una síntesis real y viva entre lo divino y lo humano.

En la mitología griega los dioses vivían lejos de los humanos, hacían su vida diaria a semejanza de las personas.  Jesús nos ofrece el verdadero rostro de Dios. Es un Dios con nosotros.

Responder desde la fe significa vivir esas realidades de estos dos mundos, el humano y el sobrenatural, bien definidos en una sola existencia. Es por ello que el auténtico cristiano tiene siempre a Dios en el corazón, la eternidad en la mente, y el mundo bajo los pies… Rechazar el ofrecimiento de Jesús es perderse la vida en este mundo y en el venidero, mientras que el aceptarla es hallar la verdadera vida en este mundo y la gloria eterna en el venidero. A cada ser humano le toca elegir.

Jesús afirma que es “el pan que da vida“.

La Eucaristía es para nosotros los católicos el sacramento más importante, el central de nuestra vida de respuesta a Dios. Vivir la Eucaristía no es sólo lograr una comunidad de vida, sino una íntima unión con Cristo. El misterio de Dios no se puede conocer midiéndolo con sólo criterios terrenales. Hay que sumergirse en el océano de la fe.

Si cualquier vida necesita alimentarse para continuar, el pan que nos da Jesús es Él mismo. El pan es su misma carne; es el alimento espiritual que mantiene nuestra vida en Él. La Eucaristía es el signo decisivo del amor como entrega que Dios nos tiene. Alimentarnos de la Eucaristía es dejarnos hacer por Dios y vivir, ahora sí, una auténtica vida humana y espiritual en plenitud.

PARA REFLEXIONAR:

  1. ¿Quién es Jesús para ti?
  2. ¿Qué es “tener fe en Jesús”?
  3. ¿Qué papel tiene la Eucaristía en tu vida de fe?
  4. ¿Vives un cristianismo con los pies en el suelo o vives “en las nubes”?
  5. ¿Qué aporta en tu vida de fe el comulgar al Señor en la Eucaristía?

©2003 Mario Santana Bueno

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